martes, 27 de abril de 2010

La percepción de la muerte

La antropología suponía que el primer rasgo humano es el dolor ante la muerte. Efectivamente, de los primeros rasgos culturales encontrados entre los humanos más antiguos es el de enterrar a los muertos. Sin embargo, el gradualismo en la construcción de nuestra psicología ha encontrado un nuevo eslabón. Efectivamente, nuestros parientes más cercanos, los chimpancés, son conscientes de la muerte, lo viven con tristeza. Quizás este aquí una de las fuerzas de la evolución que llevó a los cerebros cada vez más potentes a una creciente consciencia de sí mismos. En buena medida, la evolución cultural es un esfuerzo por solucionar uno de los principales problemas de la vida, su finitud.

BBC Mundo

Científicos escoceses grabaron a un grupo de chimpancés acariciando a una vieja hembra moribunda y comprobaron cómo permanecieron en duelo por varios días tras su muerte.

Otros investigadores pudieron ver cómo las hembras de otro grupo llevaban los cuerpos de sus hijos muertos consigo por varias semanas.

Para los científicos, ambos estudios, que están recogidos en la última edición de la revista científica Current Biology, reflejan que otras especies, particularmente los simios, están más cerca de los humanos de lo que se podía pensar.

Los chimpancés y los seres humanos comparten cerca del 99% del ADN.

"Varios fenómenos han sido considerados alguna vez como escenarios humanos no compartidos por otras especies: capacidad de razonamiento, habilidades lingüísticas, uso de herramientas y la conciencia de sí mismo", explicó James Anderson, uno de los científicos de la Universidad de Stirling que lideró uno de los estudios sobre estos simios.

"Pero la ciencia ha dado fuertes evidencias de que los límites entre nosotros y otras especies no están tan claramente definidas como muchos pensaban", acotó.

Vínculos

En el primer estudio, los empleados del parque escocés de Stirlingshire pusieron cámaras de video para estudiar el comportamiento de los primates ante la muerte de una hembra de más de 50 años llamada Pansy, que tenía una enfermedad terminal.

Cuando pocos días antes de su muerte entró en letargo, los otros miembros de la comunidad permanecieron más callados de lo habitual y se quedaban con ella por la noche acariciándola.

Después de su muerte, su hija permaneció al lado de su cuerpo pese a que nunca antes había dormido en el lugar en el que estaba el cadáver de la madre. El resto del grupo evitó pasar por el sitio en el que murió.

Encontramos muchas similitudes entre el comportamiento de los chimpancés hacia la hembra antes y después de su muerte y algunas reacciones como las humanas.

James Anderson de la Universidad de Stirling

El segundo estudio, dirigido por científicos de la Universidad de Oxford, siguió a dos hembras que vivían en libertad en los bosques Bossou de Guinea, África.

Ambas cargaban los cuerpos de sus crías muertas y usaban sus colas para espantar a las moscas de los cadáveres.

"Nuestras observaciones confirman la existencia de fuertes vínculos entre las madres y sus crías que persisten, fuertemente, incluso después de la muerte de los hijos”, explicó la doctora Dora Biro de la Universidad de Oxford.

Para Biro, estos dos nuevos estudios "ayudarán a entender la evolución de los orígenes de las percepciones humanas respecto a la muerte y darán muchas pistas sobre la forma en la que los chimpancés interpretan el mundo a su alrededor".

Los chimpancés y los seres humanos comparten cerca del 99% del ADN y tienen características tan similares que algunos científicos han llegado a reclamar que los derechos humanos se les apliquen también a los simios.

jueves, 8 de abril de 2010

Eslabón encontrado


Un nuevo hallazgo de fósiles en Sudáfrica, parte del esqueleto de un niño y una mujer de una especie de homínidos hasta ahora desconocida, de hace dos millones de años, fue divulgado este 8 de abril por la Universidad Witwatersrand de Johannesburgo.

Dos equipos de investigación encabezados por Lee Berger de la Universidad de Witwatersrand y Paul Dirks, de la Universidad James Cook, de Australia, informaron sobre el descubrimiento y el análisis de los fósiles en la revista estadounidense "Science”.

Los científicos hallaron los fragmentos de los esqueletos en una cueva de la región de Sterkfontein, a 40 kilómetros de la capital de Sudáfrica, zona denominada "Cuna de la humanidad" por la gran cantidad de descubrimientos fósiles que se hicieron. El primer hallazgo, una clavícula, fue realizado el 15 de agosto de 2008 por Matthew Berger, el hijo pequeño del científico.

Los investigadores precisaron que tanto el chico, de unos 10 años, como la mujer, de unos 30, tenían una altura de unos 1,27 metros al momento de su muerte, por lo que estiman que el menor hubiese sido más alto en la edad adulta. La mujer pesaba unos 33 kilos y el nene unos 27.

El cerebro del chico, de quien quedó preservado el cráneo, tenía un tamaño de entre 420 y 450 centímetros cúbicos, mucho más pequeño que el del hombre moderno -entre 1.200 y 1.600-, pero era claramente más desarrollado el del australopithecus afarensis, una especie más antigua.

Estos fósiles pertenecen a una especie hasta ahora desconocida que fue bautizada con el nombre científico Australopithecus "sediba", término que significa "fuente natural" en la lengua sesotho que se habla en Sudafrica.

El hallazgo podría "revolucionar nuestra comprensión de la evolución humana", indicaron algunos expertos.

El equipo, conformado por 60 científicos de todo el mundo, decidió clasificar a estos hallazgos dentro del género de australopithecus y no como homo, consignó la BBC. "Tienen ciertas características en el cráneo y la pelvis que son similares a las del homo, sin embargo, dado el pequeño tamaño de su cerebro y su forma corporal similar a la del australopiteco, el equipo pensó que mantener a esta especie como Australopithecus era la decisión más prudente", expresaron los investigadores.

Para Berger el ejemplar puede ser "un buen candidato para la especie de transición entre el homínido africano Australopithecus africanus y el Homo habilis, o hasta podría ser un antepasado directo del Homo erectus".

Los fósiles descriptos en "Science" comprenden un fragmento de cráneo, un fragmento de mandíbula y parte del resto del cuerpo del niño, y de la mujer se preservaron algunos dientes individuales y fragmentos de la mandíbula, además de parte del resto del cuerpo también.

Inés Gordillo, docente e investigadora del Instituto de Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, precisó que "es raro encontrar un esqueleto tan completo". "Son importantes; si es una especie nueva ayuda a armar el panorama de la evolución en las primeras etapas de la humanidad", si bien señaló que desconoce "las características específicas de este estudio", precisó la antropóloga.

Gordillo descartó el planteo de que éste pueda ser el "eslabón perdido" y precisó que esa "idea es en algún sentido anacrónica porque habla de un eslabón entre simios y hombres, cuando de lo que se trata es de que ambos tenemos algún antecesor común".

En todo caso, destacó, "este hallazgo viene a confirmar que la evolución no es lineal ni ordenada, es caótica: en los mismos tiempos e incluso en los mismos espacios coexisten distintos géneros y especies, australopithecus y homo, algunos aparecen, otros desaparecen, otros se transforman".

El australopithecus apareció en Africa hace unos 3,9 millones de años y hace unos 2,5 millones lo hizo el homo habilis, la primera especie descrita como "distintivamente humana".